Día 444, lunes
Un día, Takeshi Kusunoki buscó al editor de la Contra, uno de los suplementos del diario donde trabajaba. Antes de eso, tuvo que hacerse amigo del editorialista, que escribía en la computadora de al lado. El editorialista era un tipo bajo, canoso, siempre atento, educado y de buen humor. Constantemente lo saludaba y le preguntaba cosas sobre el devenir nacional. Takeshi Kusunoki entonces le respondía escuetamente. No era precisamente el chico más hablador del diario. Aún así, el editorialista lo abordaba y le preguntaba cosas como: "¿Y qué tal le fue a la bolsa de Lima hoy?", a lo que el joven nipón le respondía: "Más o menos, más o menos". Una tarde lo vio hablando con el editor de la Contra en la sala de redacción y decidió hacerse su amigo. El trabajo en el suplemento la Contra era lo que Takeshi Kusunoki siempre había anhelado. Más aún ahora, cuando tenía un excelente tema qué investigar. Entonces decidió seguirle el juego al editorialista. Empezó a conversar con él y a opinar sobre política. En todos los años en los que trabajaba en aquel diario, Takeshi Kusunoki nunca se había sentido tan estúpido. Convino que si quería empezar a investigar, escribir reportajes y dominar el difícil arte de la crónica, tenía que someterse a tamaña humillación. Durante una semana, los almuerzos con el editorialista se convirtieron en interminables monólogos en los que el bajo, canoso y alegre periodista opiniaba sobre la coyuntura nacional e internacional. Kusunoki lo miraba alelado, semi hipnotizado, imaginando al editorialista dejándose culear por el director del diario. Finalmente, una noche, antes de abandonar la sala de redacción, apareció el editor de la Contra y el editorialista introdujo a Takeshi como "una promesa del periodismo escrito, una revelación". A partir de entonces, el editor de la Contra y Takeshi Kusunoki empezaron a conversar, entre tazas y tazas de café americano, sobre crónicas, novelas de no ficción y Kapuscinski. Un buen día, Takeshi Kusunoki dejó su computadora prendida en la sala de redacción y se fue a buscar al editor de la Contra, convencido de que su propuesta le iba a interesar. Tenía impresa toda la información que necesitaba. El reportaje iba a ser una bomba. Al menos eso pensaba Takeshi Kusunoki. Finalmente, llegó a la oficina del editor, descargó sobre el escritorio toda la infiormación que tenía y le empezó a hablar sobre la Asociación.
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